Las horas que fastidian nuestra tardanza
las horas que deshonran nuestro tiempo.
Las horas que marchitan hacia ninguna parte
y se desvanecen en simples quehaceres diarios.
y se desvanecen en simples quehaceres diarios.
Dígitos indescriptíblemente exactos,
segundos independientes de un todo...
aún vivo pendiente del tiempo,
aún el tiempo, quizás gobierna mi vida.
Las puertas del muro se abren
solo para los que pueden ver
un poco al menos, mas allá del muro.
Aislados y aún así, más unidos a sí mismos.
Las horas que todo lo ven y todo lo dominan,
misericordias guardadas en un cajón hermético.
Las horas interminables justo en el segundo,
donde se desvanece la vida, la esencia del Ser.
El ensimismamiento tiene un paraíso oculto.
En pequeñas dosis, el estar con uno mismo
agiliza la construcción del muro...
impertubable y silencioso de la experiencia propia.
Las horas que interrumpen nuestro éxtasis,
las horas que apuran nuestro almuerzo.
Las horas que culminan en el fin de la vida
y acaso luego... en el mismo infinito.
Despierto a un sueño ininteligible,
siempre estuve aquí y sin embargo: no recuerdo nada!
Las horas me despiertan violentamente,
el sol ha caído... quehaceres pendientes.
Serhafin